El fundador de Atomic Lab volvió a Mar del Plata para entregar prótesis gratuitas realizadas en 3D. “Podría trabajar afuera, pero elegí quedarme en Argentina. Acá está mi familia, mi equipo y mi gente”, afirmó.
La historia de Gino Tubaro se despliega como un ejemplo de cómo la inventiva y la tecnología pueden cambiar vidas. Fundador de Atomic Lab, lleva más de una década entregando prótesis impresas en 3D de manera totalmente gratuita a personas que nacieron sin una mano, sufrieron amputaciones o perdieron movilidad.
Mar del Plata es parte de esa red de entrega solidaria. “Si conocen a alguien que necesite una mano o un brazo, que nos contacte. Todo es gratuito”, enfatizó en el estudio de Mesa Chica, el streaming conjunto de Canal 8 y LA CAPITAL.
Tubaro creció en el barrio porteño de Pompeya, en un hogar donde los electrodomésticos nuevos eran un lujo poco frecuente. “De chico rompía todo lo que encontraba para ver cómo funcionaba. Mi mamá, en vez de retarme, me llevó a un taller de inventiva. Con papel, cartón y piezas viejas empecé a crear cosas”, recordó.
A los 16 años descubrió la impresión 3D. “Las carcasas que hacía a mano eran feas. La impresora 3D me salvó. Con ella fabriqué la primera prótesis para Felipe, un chico de Tres Algarrobos. El video se viralizó y empezaron los pedidos de todas partes del mundo”, contó.
Impacto global y código abierto
En 2016, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo mencionó como ejemplo en un discurso. “Fue en West Virginia, yo estaba ahí, y cuando me nombró me buscó entre el público. Fue muy loco”, rememoró entre risas.
Desde entonces, Atomic Lab entregó más de 4.000 prótesis en forma directa, mientras que sus archivos de código abierto fueron descargados más de 150.000 veces. “Eso significa que se hicieron entregas en lugares donde nunca llegamos físicamente: Tailandia, México, España. Escuelas, ONGs y hasta sistemas penitenciarios imprimen nuestras prótesis”, dijo.
El proyecto se sostiene gracias al apoyo de empresas como Ford, McCain y Telecom, y a una red de voluntarios que imprimen piezas. “Podría ser millonario vendiendo estas prótesis, pero elegí otro camino. Hay personas que necesitan sus dos manos para llevar un plato de comida a la mesa. Si podemos devolverles esa posibilidad, vale la pena”, aseguró.
La comparación es contundente: “Una prótesis comercial puede costar entre 10.000 y 15.000 dólares y tardar seis meses en llegar. Con impresión 3D, el material para tres o cuatro prótesis vale 20.000 pesos y en 48 horas está lista”.
Rechazar Silicon Valley
Tubaro recibió varias propuestas para trabajar en el exterior, desde diseño hasta programación. Las rechazó. “Acá tengo mi empresa, mi equipo y mi familia. Nos va bien y ayudamos. Tenemos pan, salud y amistad”, resumió.
Hoy trabaja en desarrollos como prótesis para personas que sufrieron ACV y un sistema para reciclar botellas y convertirlas en filamento de impresión. “Queremos abaratar costos y ser sustentables. Por ejemplo, una prótesis puede hacerse con el plástico reciclado de 16 bidones de agua de seis litros”, detalló.
A los jóvenes les aconseja buscar apoyo y animarse: “Emprender requiere mucho coraje. Busquen sponsors, participen en concursos, construyan en público y aprendan del feedback. Y si tienen 15 años y una idea, no esperen: rompan cosas, hagan prototipos, fracasen y aprendan”.
Sobre inteligencia artificial, es optimista: “No es una amenaza, es una herramienta. El que no la use va a quedar atrás. Hay que entenderla y aprovecharla”.
Hace pocos días, Mar del Plata fue una nueva parada en la gira solidaria de Atomic Lab. Allí, Tubaro y su equipo entregaron manos y brazos a medida, fabricados con impresoras 3D, sin costo para los beneficiarios. “Puede parecer un objeto, pero es mucho más: es devolver autonomía y libertad”, subrayó.
La charla en Mesa Chica dejó algo en claro: detrás del inventor precoz que desarmaba planchas para ver cómo funcionaban, hay un adulto que entiende que la tecnología no vale por lo que impresiona, sino por lo que transforma. Y en ese camino, Mar del Plata tendrá pronto una nueva historia que contar.